domingo, 14 de enero de 2018

El juego

 (Escribí este relato para un concurso literario que había organizado el colegio. Fue en algún momento entre  1994 y 1998)


 Se había perdido la noción de la hora en esa habitación ya que se creía que todavía era de madrugada. La habitación era chica y contaba con una mesa y seis sillas como único amoblamiento, la única luz que había en esa habitación provenía de una lámpara de veinticinco watts que estaba ubicada sobre la mesa en la cual a su alrededor estaban sentadas seis personas. Una de ellas tenia veintidós años, la otra tenía tenía cincuenta y las cuatro restantes rondaban los treinta y cinco. Ninguna de ellas se conocía pero no habían llegado hasta allí por casualidad, no señor, todas tenían sus intactos y debido a ellos  estaban allí sentados alrededor de esa mesa. Diversión o necesidad no importaba el motivo por el cual estaban allí reunidos alrededor de esa mesa.
     Era la tercera partida de poker pero todavía quedaba algo de dinero en los bolsillos de los jugadores. No se apostaba fuerte pero las apuestas habían ido aumentando a lo largo del juego y eso se notaba. Otra cosa que se notaba era la tensión y la preocupación en las caras de los jugadores.
     Eduardo de cincuenta años estaba allí sentado apostando sus últimos pesos para ver si ganaba algo hasta conseguir un trabajo ya que se había quedado sin el suyo hacia mas de un mes y el sueldo de su hermana, con la que convivía, no alcanzaba para mantenerlos a los dos. Pero él sabia que después de los cuarenta y cinco años el trabajo escasea y se vuelve cada vez mas difícil encontrar uno.
     Emilio era el más joven de los que estaban allí y jugaba nada más que por diversión, él era lo que se podría llamar un Isidoro Cañones, un playboy mantenido por un tío millonario que lo ha intentado todo con tal de regenerarlo pero fracasó.
     Roberto andaba por los treinta y cuatro aunque el cabello peinado para atrás y los anteojos lo hacían más joven. Desde hacia dos años el venia haciendo lo mismo, una vez por mes iba a una partida de póker pero como era prudente no apostaba demasiado.
     George era un turista norteamericano y cuando le contaron de la partida no vaciló ni un instante en participar, total como siempre decía "unas partiditas no vienen mal después de todo". 
     Raimundo era del interior del país y cuando vino a visitar a unos parientes de paso se informo muy bien de los lugares en los que podía jugar y es por eso que estaba ahí sentado.
     Juan era un tipo preparado y como tal tenia un muy buen puesto de trabajo en una empresa multinacional, también estaba casado y tenia dos preciosos hijos pero a su esposa no le agradaba mucho que él jugara porque segun ella les estaba dando un mal ejemplo a los nenes, por eso jugaba a escondidas de ella.
     Los jugadores tiraban sus fichas en el centro de la mesa, debajo de la pequeña lámpara. Aunque ninguno se atrevía a mostrar sus cartas cada jugador tenia una pequeña noción de como le estaba yendo.
     Eduardo contemplaba sus cartas que no eran muy buenas pero tenia la esperanza de ganar todo lo que había perdido y un poco más, los demás a no ser por Emilio y Raimundo pensaban igual que él.
     A cada jugador no solo se le estaban terminando las fichas sino también el dinero para seguir apostando.
     Todos tenían pensado lo que iban a hacer con el dinero si ganaban, Eduardo lo usaría para sustentarse él y su hermana, Emilio lo usaría para gastarlo en boliches y trasnochadas, Roberto lo sumaria a lo que ya tiene ahorrado para comprarse el Renault 9 que tanto deseaba; con el dinero George compraría los regalos para su familia y su novia que estaban en Estados Unidos, Raimundo compraría los materiales necesarios para poder construir un galpón atrás de la casa y Juan lo usaría para llevar a su mujer a cenar a Pedemonte y pasar así una velada maravillosa.
     Mientras pensaban en estas cosas los minutos pasaban marcados por el tictac del reloj que estaba colgado de una de las paredes y debido al sepulcral silencio que había en esa habitación su sonido era igual al de las gotas que caían  sobre un tambor.
     George hizo un movimiento como si fuera a tirar sus cartas pero al final no lo hizo, prefiere que otro las tire antes.
     La tensión aumenta y en ese momento en el cual se escuchan las sirenas de la policía cerca del edificio Eduardo ya no soporta mas la incertidumbre y tira sus cartas sobre la mesa, los demás se quedan viendo atónitos las cartas y sin decir una palabra todos dejan sus cartas sobre la mesa, toman sus cosas y se retiran en silencio del lugar. Es en ese momento en donde Eduardo comprende que gano la partida y su alegría es inmensa pero con calma se levanta, toma su saco y se marcha en silencio con el dinero en sus bolsillos y su cabeza llena de ideas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario